Miguel Rellán
Martes, 16 Diciembre 2008

«Hice entrevistas para «Playboy»

Y yo parece que estaba predestinado», comenta un Rellán pletórico, que desempeñó todo tipo de trabajos para sobrevivir. Con el tiempo, su destino se impuso y hoy puede presumir de no haber conocido el paro como actor y de haber trabajado con los más grandes directores.

¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
Tocar el bajo en una banda. No éramos músicos profesionales, sólo un grupo de amigos que, en vacaciones, ensayábamos como fieras. De pronto, alguien nos oyó y nos contrataron para tocar al aire libre en salas de fiesta del norte de Marruecos. Pero hasta que pude, de verdad, vivir de la interpretación hice mil cosas, entre ellas entrevistas para la edición española de Playboy y para otra revista seudo erótica que se llamaba Flashmen.

¿Y recuerda cuál fue su primer sueldo como actor?
No lo tengo muy claro. Durante muchos años estuve haciendo teatro, primero en la Universidad y luego en grupos independientes, pero no cobraba. Sí que recuerdo muy bien la primera vez que me puse delante de una cámara. Debía ser el año 1972 y fue para la serie Libros, de Televisión Española. A mí me contrataron para la adaptación de la novela Niebla, de Unamuno. Y en la primera secuencia jugaba con Gerardo Malla una partida de ajedrez. Yo le tenía que mirar intensamente, movía no sé qué ficha y decía: «Jaque mate». Nunca se me olvidará aquello:tenía unos nervios, estuve toda la noche sin dormir...

¿En qué momento de su carrera dijo aquello de «ya me conocen y me llaman»?
Hubo un antes y un después clarísimo con El crack (1981), de José Luis Garci. Cuando salí del estreno, noté que el mundo había cambiado. Para empezar, se me acercó una señora con acento extranjero, Katrina Bayonas, que me preguntó si tenía representante, y a partir de esa noche lo tuve.

¿Qué queda del Miguel que hacía teatro universitario?

Afortunadamente, conservo una dosis de ingenuidad, de entusiasmo y de alegría; pero me da ternura, una especie de tristeza, cuando veo las fotos de entonces. Ver a ese niño tímido, delgadito, que mira a la cámara como de reojo me produce mucha ternura.